jueves, 17 de febrero de 2011

EL SENTIDO DE LA VIDA: EPÍLOGO

 “Quien tiene un por qué vivir, encontrará un cómo”. Nietzsche
El sentido de la vida se encuentra cuando ésta tiene un contenido y un "argumento" que le dé emoción, intensidad y recompensa. Una última opción en la lucha contra la carencia de sentido en la vida, es tomar la estoica decisión de aguantar, de resistir hasta que las cosas cambien; somos capaces de extraer significado y sentido de los acontecimientos, incluso de los más terribles, pero a veces se necesita tiempo. Como expuso el creador de la logoterapia, el Dr. Victor Frankl, en su obra más célebre[1]: vivir es sufrir; sobrevivir es hallarle sentido al sufrimiento. Si la vida tiene algún objeto, éste no puede ser otro que el de sufrir y morir. Pero nadie puede decirle a nadie en qué consiste este objeto: cada uno debe hallarlo por sí mismo y aceptar la responsabilidad que su respuesta le dicta. Si triunfa en el empeño, seguirá desarrollándose a pesar de todas las indignidades. 
El sentido de la vida no está previamente dado ni prefigurado, ni puede estarlo, puesto que le es comunicado a la vida por la propia persona, a medida que ella se desenvuelve. Una vida con sentido depende tanto de nuestras certezas y filosofía como del modo de aplicarlas a todo lo demás.

Bibliografía consultada:
El sentido de la vida y las respuestas de la filosofía, de Julian Baggini, Ediciones Urano, 2005.
Más Platón y menos prozac, de Lou Marinoff, Ediciones B, 2000.
Elogio del ateísmo. Los espejos de una ilusión, de Gonzalo Puente Ojea, Siglo XXI Editores, 1995.
Ateísmo difícil, de Julio Quesada, Editorial Anagrama, 1994.


[1] El hombre en busca de sentido


martes, 15 de febrero de 2011

EL SENTIDO DE LA VIDA III

Entre el postulado creacionista del gran designio, y el extremo existencialista del nihilismo, que pregona que la vida no significa nada, que es un producto del universo, las personas tienen diferentes ideas, creencias y valores de lo que puede darle sentido a la existencia.

Para algunos, el sentido de la vida se encuentra en ayudar a los demás, lo que nos permite liberarnos del ciclo de las actividades rutinarias. En este caso habría que entenderse que el altruismo no puede ser el objetivo de la vida, porque ayudar a los demás es sólo el medio para lograr un fin: ayudamos a otros para sacarlos de la necesidad, o para que mejoren en algún aspecto de su vida, no porque la actividad en sí misma sea buena. Además se caería en el caso de que los que están siendo ayudados se tornaran en simples instrumentos para que los altruistas cumplan su objetivo en la vida. Por otra parte, si el altruismo tiene éxito se vuelve superfluo, porque eliminaría su propio objetivo: el altruismo acaba cuando ya nadie necesita ayuda. Se corre el riesgo de quedarse con una vida sin sentido.

Para otros, el sentido de la vida consiste en ser felices, en lograr la felicidad, pero el problema estriba en comprender qué es la felicidad y cómo lograrla. Además, si uno se lanzara a perseguir la felicidad directamente, si nos preocupamos mucho por ser felices, no podemos ser felices. Lo que más convendría hacer es tener la actitud y perspectiva para superar las vicisitudes y circunstancias difíciles de la existencia, tomarlas con filosofía y optimismo,  pues no hay una “fórmula para la felicidad”… y aunque la hubiera, tal vez un estado de felicidad continua no sea natural ni saludable para nosotros.

Hay quienes consideran el tener éxito, el logro en sí, lo que le da sentido a la vida, independientemente de lo felices que nos haga o de los placeres que nos proporcione. En este caso hay que considerar qué realmente significa éxito y si lograrlo debe ser una meta de la vida. Una clase de éxito al parecer se relaciona con la importancia de las cosas que uno ha hecho; otra clase se centra en convertirse en cierto tipo de persona, llegar a ser la persona que se quiere ser.
El problema es que si el éxito está situado siempre un poco más arriba de donde nos encontramos, por definición nunca puede alcanzarse. El éxito absoluto o total ha sido alcanzado sólo por unos cuantos genios; por lo que sería mejor aceptar, lograr el éxito relativo, lo que no quita ningún mérito y puede seguir dando sentido a la vida: tal vez nunca logres ser el mejor violinista del mundo, pero tus logros puede llevarte a ser el primer violín de la sinfónica nacional.

Además existe el problema que también afecta al altruismo: si el éxito consiste en alcanzar algo en el futuro, ¿qué pasa una vez lo hemos logrado, si lo alcanzamos? ¿La vida perdería su sentido? Obviamente siempre habrá algunos éxitos que den una satisfacción tan duradera que logren siempre darle sentido a la vida: una vez se es premio Nobel, siempre se es un premio Nobel.
Al parecer lo que el hombre necesita para encontrar sentido a su vida es tener una justificación para sus esfuerzos, es decir, disponer de un objetivo y un fin claros, a cuya consecución se dedica la tarea de vivir y de llenar un día y otro de trabajo.

En lo que las mayorías podemos estar de acuerdo es en que lo más alto y lo más profundo de lo que el hombre es capaz, y que puede darle pleno sentido a la existencia, es el amor y en especial si es correspondido. No hay ninguna otra cosa que llene más la vida y la intimidad, ni siquiera la grandeza de legar a los hombres una gran obra. Ni el poder, ni el dominio sobre la naturaleza, ni la posesión de una gran ciencia, ni el desarrollo de la propia creatividad artística son capaces de dar lo que nos da la sonrisa de la persona que nos ama. Vale más destinarse a una persona que poseer sin ella todo el universo. Por eso, el mejor aprendizaje para encontrar el sentido de la vida es aprender a amar, algo bien distinto a simplemente "sentir que se ama", puesto que amar es tratar bien a la persona amada, tratarla como ella se merece, darle lo que le hace feliz, y eso es algo que implica un modo de comportarse muy específico, que es el que verdaderamente funda sobre un cimiento sólido el puro sentimiento del amor[1].


[1] El sentido de la vida (blog): http://sentidodelaexistencia.blogspot.com/2006/09/la-pregunta-por-el-sentido_115886363844866485.html

viernes, 11 de febrero de 2011

EL SENTIDO DE LA VIDA II

Al parecer, el sentido de la vida tiene fuerte relación con su causa y su objetivo. La pregunta ¿por qué estamos aquí? implica dos respuestas, tanto el origen de la vida como su finalidad. Respecto a su origen, se manejan dos teorías principales: una es la de la creación por un ente sobrenatural teniendo algún objetivo, el cual es determinado más bien por las diversas religiones y textos venerados; la otra corresponde a la del naturalismo que menciona que la vida ha surgido de algunos procesos azarosos que nada tienen que ver con algún gran designio o plan trascendental.
Pero más que preocuparme de si alguna de las dos es cierta o la única (aunque las evidencias se inclinan más hacia el naturalismo), lo que buscaré será considerar las consecuencias que se derivan en relación con la finalidad o propósito de la vida. ¿Qué consecuencias puede tener la opción creacionista?
El argumento principal de los relatos sobre la creación de la vida, en las diversas mitologías y religiones, es que un ente o grupo de entes sobrenaturales y trascendentales en algún momento decidió traer a la existencia a todos los seres, con algún propósito en mente. Y en este punto comienzan los problemas, pues para poder enterarnos del propósito debemos referirnos a los textos que han dado origen y sostén a las religiones, y además deducirlo cuando no se obtienen respuestas claras y adecuadas.
Así, según el Antiguo Testamento el plan consiste en “creced y multiplicaos” para custodiar y cultivar el planeta. (Génesis 1:28, 2:15) desafortunadamente esto es muy escueto y ambiguo, pues no explica cómo el hacer esto puede dar sentido a nuestra vida.
En el Nuevo Testamento, Jesús dice “he venido para que tengan vida, y la tengan plena” (Juan 10:10). Pero esto no va más allá de la expresión de un tópico: hasta los ateos creen que la vida se debe vivir con plenitud, pero no porque sea ése el propósito divino sino porque tal vez esta sea la única vida que tengamos. Aparte de que no dice qué es lo que hace a una vida más plena que otras, por lo que, a menos que uno sea fundamentalista religioso, aun siendo creyentes podemos utilizar nuestro propio criterio. Una vida plena no necesita estar basada en algún texto sagrado.
Hay quienes tratan de explicar el objetivo diciendo que estamos aquí para cumplir la voluntad de Dios (o los dioses). Aquí surgen las preguntas: ¿cuál es la voluntad de Dios?, y ¿entonces nos crearon para los fines de otros? La primera pregunta está relacionada con la visión última que a veces proponen las religiones: la voluntad de Dios es que se le adore, y que los seres humanos pasen a través de los sufrimientos y las vicisitudes de la vida únicamente para poder rodearse de adoradores que le obsequien alabanzas por toda la eternidad. Lo que significa meterse en otro embrollo: ¿cómo saber si hay vida después de la muerte? Sobre esto se cuenta sólo con los testimonios de quienes afirman haber visto o haberse comunicado con los muertos; pero estas afirmaciones se basan en  comunicaciones tan raras como inexactas y ambiguas, por lo que cabe que se trate de coincidencias, suposiciones o fraudes. En virtud de los conocimientos que se tienen hasta hoy, nuestros pensamientos, nuestra personalidad, dejan de existir cuando nuestro cuerpo muere.
La segunda pregunta implica que nuestra vida tendría un objetivo para el ser que nos ha creado, pero no para nosotros, y tal vez sería mejor no tener un fin  predeterminado. Los seres humanos tenemos el poder de determinar nuestros propios objetivos, el “ser para sí” de los existencialistas, y no el “ser en sí” que sólo puede ser lo que es y aquello para lo que los otros lo utilicen.
A esta explicación del sentido sólo le queda el acto de fe: decir que la existencia de Dios muestra que ha de haber un objetivo, ya que si no lo hubiera Dios no nos habría creado; pero que no sabemos cuál es. Se debe tener fe en que una deidad (que no podemos saber con certeza si existe) tiene un objetivo (que no podemos conocer), y confiar en que este objetivo nos complacerá.
Si Dios existe y no hay vida después de la muerte, nos queda darle sentido a nuestra vida y a la vez aceptar o rechazar el objetivo divino, suponiendo que sepamos cuál es. Si Dios existe y hay vida ultraterrena, sólo queda tener fe en que Dios nos hará saber claramente el sentido de la vida a su debido tiempo, y así se abandona la búsqueda por nuestra parte.
La opción de que no exista Dios ni vida después de la muerte tal vez nos diga que la vida no fue creada y menos con un objetivo, ¿pero eso significa que no lo tenga? Porque a muchos les preocupa que la explicación naturalista les diga que la vida no tiene sentido en virtud de su origen azaroso. ¿Acaso el sentido último es el de supervivir para reproducirnos?
Si pudiéramos preguntarle a un tetrápodo del pérmico cuál es el sentido de la vida, ¿qué iluminadas y misteriosas respuestas nos daría? Tal vez algo como "no entiendo la pregunta, sólo quiero evitar la muerte." Hace como 280 millones de años los primeros anfibios iniciaron la vida fuera del agua. Los tetrápodos se arrastraban y comían gusanos, quizás algunos bichos, pero básicamente todo lo que pudieran atrapar y digerir. No hay mucho por ver o admirar a pesar de que ellos dieron surgimiento al resto de los vertebrados terrestres, reptiles, pájaros, e incluso eventualmente a los humanos alfabetizados.Es extraño que nunca tuvieron ninguna meta o dios, ni alma o esperanzas en el más allá, de verdad que adolecían de cualquier propósito más allá de la breve lucha por la vida, y sin embargo millones de años después aquí estamos leyendo esto, debido a eso, debido a que existieron y evolucionaron. Como humanos existimos en el mismo universo físico, sujeto a las mismas reglas de la física y la biología, la misma necesidad de agua marina y salinidad en el fluido corporal, las mismas proteínas y aminoácidos... Décadas de pesquisas científicas y una investigación muy cuidadosa, todo para llegar a la ineludible conclusión de que el propósito es que no hay ningún propósito. La broma es de nosotros porque hemos convertido lo absurdamente simple en algo peligrosamente complejo.[1]
En la visión naturalista, el conocimiento del origen de la vida no nos revelará precisamente el significado de la misma, pues no hay razón aparente por la que mirando ese pasado obtengamos información de nuestro estado presente o de nuestras perspectivas futuras; la finalidad no está necesariamente fija en el principio, ésta puede perderse o cambiar.
Luego que los existencialistas han declarado “la muerte de Dios”, nos consuelan diciendo que mientras en la vida haya algo bueno por hacer, puede ser nuestro propósito descubrir y realizar lo que consideremos correcto. El vacío de Dios lo podemos abordar mediante la autenticidad, la responsabilidad personal y el libre albedrío; la vida no tiene un sentido predeterminado. Si la vida es resultado de una serie de eventos fortuitos, esta es una buena razón para apreciarla. Quizá sólo hay que reconocer que la vida puede tener sentido si descubrimos que vale la pena vivirla por sí misma, sin recurrir a otros fines, metas u objetivos. Si de la nada venimos y hacia la nada vamos, vale hacer una celebración de la existencia misma.

jueves, 10 de febrero de 2011

EL SENTIDO DE LA VIDA

¿Qué es la vida? En una frase, la vida es lo que me pasa. La vida es un tango, o un vals, o simplemente una serie de eventos provocados por las necesidades y pasiones de mi condición humana: aliviar el hambre, buscar un refugio, cubrirme de las inclemencias del tiempo, evitar el dolor y la enfermedad, perseguir el placer (por efímero que parezca), satisfacer deseos y querencias.
No todo es instintivo, también se pueden tener propósitos y metas: combatir las miserias, la pobreza, el crimen; organizar mejor mi comunidad o mi país respecto a las políticas y la economía; tratar de evitar las guerras interponiendo el diálogo; o incluso una receta infalible para la felicidad.
¿Pero acaso hay algo que llamemos La Meta, El Propósito? ¿Existe un gran designio? Y si no existe, ¿qué se debe hacer? ¿Es la vida, o las cosas que percibimos, todo lo que hay, sin más?
Estas y otras preguntas parecen que sólo pueden ser respondidas por unos cuantos sujetos que poseen algo así como un gran secreto o una revelación, que han obtenido mediante alguna epifanía o un largo e intenso trabajo intelectual. A decir verdad, si existiera dicho secreto, lo más probable es que ya hace tiempo habría dejado de serlo.
Trataré de responder a esta cuestión fundamental del sentido en una forma tan racional como imparcial, recurriendo a razones que vayan más allá de lo que las doctrinas religiosas, los textos sagrados o las revelaciones puedan decir al respecto, puesto que muchos no podemos tomar como absoluta la autoridad que pregonan tener estos entes.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Lenguas más importantes del mundo

Según el ORDEN DE IMPORTANCIA, no de la cantidad de personas que lo hablan:
1. Inglés
2. Francés
3. Italiano
4. Alemán
5. Chino Mandarín
6. Español
7. Japonés
8. Ruso
9. Árabe
10. Portugués
Esto se debe a que dichas lenguas son las más utilizadas en los campos de la política, la ciencia y tecnología, así como en economía y finanzas, y más recientemente en las tecnologías de la información y comunicación. Por ejemplo, la lengua inglesa es la más utilizada para comunicarse con personas que hablan diferentes idiomas maternos. Las lenguas europeas basan su importancia en el gran expansionismo occidental acaecido durante los siglos XIX y XX.
Se vuelve necesario hablar japonés cada vez más, debido a los avances tecnológicos que nos brindan desde hace años. Las lenguas china y española basan su importancia tanto en el número de hablantes como en el impacto sociocultural que han suscitado en las recientes décadas: China se perfila como la primera potencia mundial dentro de los próximos 15 años; y por otra parte la población hispanohablante representa uno de los segmentos de mayor crecimiento en el mundo, especialmente en los Estados Unidos. El segmento hispanohablante constituye una comunidad enorme que comparte productos, servicios y cultura; y ofrece a negocios e instituciones una oportunidad de crecimiento verdaderamente única.
La importancia de la lengua rusa se debe a que más de un cuarto de la literatura científica del mundo se publica en ruso. El ruso se utiliza para codificar y almacenar el conocimiento universal: entre 60% y 70% de toda la información mundial se publica en inglés y ruso. Además tiene una gran importancia regional, particularmente en las Ex Repúblicas Soviéticas.

La lengua árabe ha unido a más de 30 países por el peculiar motivo de ser la lengua del islam.

La importancia de la lengua portuguesa hoy en día se ha tornado una herramienta comercial
desde el surgimiento del MERCOSUR, ya que Brasil representa la mitad de América Latina, y el Mercosur es el mayor productor de alimentos del mundo.