lunes, 21 de mayo de 2012

ARTES MARCIALES Y DEFENSA PERSONAL


¿Son las Artes marciales Defensa Personal?

La respuesta corta es 'no'. Aunque lo que aprendas ahí puede ser utilizado como defensa personal, las artes marciales no son sinónimo de defensa personal.
La defensa personal implica nociones de criminología, seguridad doméstica y cómo evadir situaciones riesgosas.

No es lo mismo enfrentarse a una situación “controlada” en una escuela, que saber comportarse en una situación inesperada, o que poco a poco va escalando hacia la violencia física, por ejemplo cuando una discusión pasa a amenazas y después a agresión física, o cuando una cita se vuelve violación, o verse de súbito en medio de una balacera. En distintos escenarios, las actitudes y maneras de actuar son distintas: lo que puede funcionar en un caso no funcionará necesariamente en los demás.

Las artes marciales y la defensa personal comparten el espíritu de la disciplina, la concentración, la adquisición de cierta destreza física, ciertos hábitos y filosofías que nos darán más seguridad y confianza para maniobrar en un momento dado; pero la defensa personal va más allá de dominar un estilo de pelea: se trata de desarrollar el sentido común, hacer elecciones vitales y adquirir buenos hábitos y modales para permanecer a salvo en nuestro ambiente cotidiano.

Al entrenar ciertas artes marciales (ojo, no todas, no cualquiera) se aprenden cosas muy específicas que quizá no nos serán útiles para una situación inusitada. Por ejemplo, un taekwondoín acostumbrado principalmente a tirar patadas se las puede ver negras en un enfrentamiento con un boxeador que pueda bloquearlo y que además sea un “fajador” (o sea, que privilegia el combate a corta distancia de su adversario y los intercambios de golpes).

Está el asunto de la logística también, pues algunas artes marciales son muy buenas cuando se trata de pelear con un adversario, pero que no sean ideales para enfrentarse con dos o más. Son los casos de algunas artes marciales que privilegian los agarres, candados y la pelea en el suelo, en comparación con otras donde el objeto es acabar con un rival mediante uno o dos golpes para pasar con el siguiente.

Este es el punto fuerte de la defensa personal: el saber dominar una situación peligrosa en el menor tiempo o el menor número de movimientos posibles.

La verdadera defensa personal tiene en cuenta el desarrollo del sentido común, para evitar de inicio las situaciones de alto riesgo; la reflexión anticipada de opciones vitales, como la elección de entrar en una pelea en ciertas circunstancias, corriendo el riesgo de terminar seriamente lesionado o en prisión; la logística para actuar, pues es más sabio no meterse en peleas que no se crea que se pueden ganar, por ejemplo debido al número de rivales; y el hacerse de buenos hábitos y modales, el típico “saber manejarse” en un lugar X o ante personas en X circunstancias.

Todo esto, necesario debido a que a la hora de defenderse, son muy importantes tanto nuestro comportamiento como como la manera en que se use la fuerza. En las leyes existen definiciones y normas respecto a la defensa personal, empezando por lo que realmente y legalmente se puede hacer cuando existe una agresión física sin provocación previa.  Tener en cuenta el accionar pensando exactamente lo que, en una situación dada,  las cámaras de seguridad, los testigos, el fiscal, el juez y el jurado van a ver, significará tu desagravio y tu libertad.

No es intención demeritar las artes marciales, puesto que la mayoría de los movimientos de defensa personal proceden de ellas. Se trata de decir que las artes marciales no están hechas para todos, y que no todo en las artes marciales es defensa personal. La idea es no dedicar años de entrenamiento en una arte marcial con el fin de saber defenderse cuando una confrontación es inevitable. Constatado es que en una pelea callejera “pasa cualquier cosa”, y simplemente no se puede depender de algunas artes marciales para una defensa efectiva en la calle.

De todos modos en la gran mayoría de las veces se puede evitar envolverse tanto en una pelea como en una situación riesgosa. Quien anda en la calle constantemente generalmente desarrolla la intuición y aprende a ser “abusadillo en las calles” con un poco de práctica y un mucho de atención. Lo primero es confiar en el presentimiento cuando se presenta alguien o algo con visos de ser peligroso.

En cuanto a las riñas, una pelea evitada no puede ser una pelea perdida. La violencia es necesaria sólo cuando es la última alternativa para sobrevivir. Legalmente estamos obligados a hacer todo lo posible para evitar una pelea, así como, en un momento dado, demostrar que uno se ha ejecutado acciones auto protectoras al grado que justifique el ataque.
 

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