¿Son las Artes
marciales Defensa Personal?
La respuesta corta es 'no'. Aunque lo que aprendas ahí puede ser utilizado como defensa personal, las artes marciales no son sinónimo de defensa personal.
La respuesta corta es 'no'. Aunque lo que aprendas ahí puede ser utilizado como defensa personal, las artes marciales no son sinónimo de defensa personal.
La
defensa personal implica nociones de criminología, seguridad doméstica y cómo
evadir situaciones riesgosas.
No es lo mismo
enfrentarse a una situación “controlada” en una escuela, que saber comportarse
en una situación inesperada, o que poco a poco va escalando hacia la violencia
física, por ejemplo cuando una discusión pasa a amenazas y después a agresión
física, o cuando una cita se vuelve violación, o verse de súbito en medio de
una balacera. En distintos escenarios, las actitudes y maneras de actuar son
distintas: lo que puede funcionar en un caso no funcionará necesariamente en
los demás.
Las artes marciales y
la defensa personal comparten el espíritu de la disciplina, la concentración,
la adquisición de cierta destreza física, ciertos hábitos y filosofías que nos
darán más seguridad y confianza para maniobrar en un momento dado; pero la
defensa personal va más allá de dominar un estilo de pelea: se trata de
desarrollar el sentido común, hacer elecciones vitales y adquirir buenos
hábitos y modales para permanecer a salvo en nuestro ambiente cotidiano.
Al entrenar ciertas
artes marciales (ojo, no todas, no cualquiera) se aprenden cosas muy
específicas que quizá no nos serán útiles para una situación inusitada. Por
ejemplo, un taekwondoín acostumbrado principalmente a tirar patadas se las
puede ver negras en un enfrentamiento con un boxeador que pueda bloquearlo y
que además sea un “fajador” (o sea, que privilegia el combate a corta distancia
de su adversario y los intercambios de golpes).
Está el asunto de la
logística también, pues algunas artes marciales son muy buenas cuando se trata
de pelear con un adversario, pero que no sean ideales para enfrentarse con dos
o más. Son los casos de algunas artes marciales que privilegian los agarres,
candados y la pelea en el suelo, en comparación con otras donde el objeto es
acabar con un rival mediante uno o dos golpes para pasar con el siguiente.
Este es el punto
fuerte de la defensa personal: el saber dominar una situación peligrosa en el
menor tiempo o el menor número de movimientos posibles.
La verdadera defensa
personal tiene en cuenta el desarrollo del sentido común, para evitar de inicio
las situaciones de alto riesgo; la reflexión anticipada de opciones vitales,
como la elección de entrar en una pelea en ciertas circunstancias, corriendo el
riesgo de terminar seriamente lesionado o en prisión; la logística para actuar,
pues es más sabio no meterse en peleas que no se crea que se pueden ganar, por
ejemplo debido al número de rivales; y el hacerse de buenos hábitos y modales,
el típico “saber manejarse” en un lugar X o ante personas en X circunstancias.
Todo esto, necesario
debido a que a la hora de defenderse, son muy importantes tanto nuestro
comportamiento como como la manera en que se use la fuerza. En las leyes
existen definiciones y normas respecto a la defensa personal, empezando por lo
que realmente y legalmente se puede hacer cuando existe una agresión física sin
provocación previa. Tener en cuenta el
accionar pensando exactamente lo que, en una situación dada, las cámaras de seguridad, los testigos, el
fiscal, el juez y el jurado van a ver, significará tu desagravio y tu libertad.
No es intención
demeritar las artes marciales, puesto que la mayoría de los movimientos de
defensa personal proceden de ellas. Se trata de decir que las artes marciales
no están hechas para todos, y que no todo en las artes marciales es defensa
personal. La idea es no dedicar años de entrenamiento en una arte marcial con
el fin de saber defenderse cuando una confrontación es inevitable. Constatado
es que en una pelea callejera “pasa cualquier cosa”, y simplemente no se puede
depender de algunas artes marciales para una defensa efectiva en la calle.
De todos modos en la
gran mayoría de las veces se puede evitar envolverse tanto en una pelea como en
una situación riesgosa. Quien anda en la calle constantemente generalmente
desarrolla la intuición y aprende a ser “abusadillo en las calles” con un poco
de práctica y un mucho de atención. Lo primero es confiar en el presentimiento
cuando se presenta alguien o algo con visos de ser peligroso.
En cuanto a las riñas,
una pelea evitada no puede ser una pelea perdida. La violencia es necesaria
sólo cuando es la última alternativa para sobrevivir. Legalmente estamos
obligados a hacer todo lo posible para evitar una pelea, así como, en un
momento dado, demostrar que uno se ha ejecutado acciones auto protectoras al
grado que justifique el ataque.
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