miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA GRAN REBELIÓN

Les presento mi supuesto cuento que más bien parece una "pequeña crónica de grandes días", que pergeñé para la tarea de una sobrinita mía. El "reto" era elaborarlo incluyendo las palabras que están en negritas, pero como tenía encima otras tareas, en un receso  tomé aire y... 
Disculpen si hay algún pecadillo gramatical, tengan en cuenta sus mercedes que lo elaboré al vuelo en cuarenta minutos casi...

LA GRAN REBELIÓN

En Francia gobernaba el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta quienes llevaban una vida de lujo mientras el pueblo, sin privilegios, era explotado con impuestos. Impulsados por opositores al régimen, hombres y mujeres se unieron para derrocar a la Monarquía. Este suceso se convirtió en un hecho político- social ocasionando grandes conflictos en toda Francia llegando a París donde los revolucionarios tomaron la Bastilla. Aunque los reyes escaparon fueron capturados y hechos presos junto con otros nobles de la Corte. Luego fueron ajusticiados en la guillotina poniendo fin a una monarquía absoluta imponiendo en el país el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad” que luego se extendió por el mundo.

Para dar mayor voz a los llamados de revolución, Robespierre exigió mayor libertad de prensa, que había sido amordazada bajo el viejo régimen. La resultante prensa libre fue registrada con el título de El amigo del pueblo (L’ami du peuple), un diario furibundo lleno de provocaciones y discursos altisonantes, creado por Jean-Paul Marat.

Marat aborrecía la extravagancia inexorable de la monarquía en medio de la pobreza que oprimía a Francia. Los reyes fueron decapitados, la reina María Antonieta fue juzgada y condenada a morir. Asistió al juicio con el cabello blanco, demacrada como si su horrible estadía en prisión le hubiera arrebato no solo la belleza sino la juventud. La pobre mujer fue acusada de varios crímenes y llevada a la guillotina. Su hijo no sobrevivió mucho más y murió, víctima de las horribles torturas que padeció en manos de sus carceleros, un año después.

Pocos días después se firmó la Declaración de los Derechos del Hombre. Bajo dicho documento las arcaicas distinciones de clases tendrían que ser abolidas y todos los hombres debían ser considerados en un espíritu de verdadera equidad. Como vocera del pueblo, la Asamblea Nacional demandaba una monarquía constitucional, derechos iguales para todos y justicia bajo leyes razonables.

Los desposeídos, los perseguidos y los oprimidos veían como la solidaridad y la empatía de toda una nación se había expresado en voz alta para hacer temblar las conciencias de quienes hasta entonces se sentían dueños de vidas y haciendas, pues habían sido varias sucesiones monárquicas las que vivieron a costillas del sudor ajeno con el pretexto del “derecho divino”.

En las Américas los territorios colonizados  tomaron inspiración al ver que era posible aspirar a una sociedad más justa y equitativa, y llamando a la cooperación y solidaridad entre los indígenas, los mestizos y los criollos, decidieron ser libres y autónomos, exigieron el derecho a gobernarse por sí solos sin ser intervenidos por una entidad extraña o extranjera.


Hasta el día de hoy, el lema de la revolución francesa sigue inspirando por su espíritu de lucha y de liberación; ha sido un tiempo de inclusión, donde se intenta la integración social de las personas inmersas en un sistema marginal para participar plenamente del nivel de bienestar socio-vital alcanzado en un país determinado, poniendo atención en la sustentabilidad para cuidar de los demás recursos y no se agote el planeta, pues así como la libertad, la igualdad y la fraternidad son valores globales, la sustentabilidad y el cuidado de los ecosistemas también son de todos, entre todos y para todos.